La semana recién pasada fueron tres golpes secos a
Valparaíso y a la mayoría de los porteños bien nacidos. Cuando pensamos que ya
no habrían más males acechando la ciudad, cuando creiamos ingenuamente que nada
más perverso y dañino se le puede hacer a nuestro maltratado puerto, aparece
otro estoque que nunca parece ser el último.
Nos enteramos con espanto que se ha aprobado un gigantesco
proyecto inmobiliario en pleno parque urbano del Barrio O´Higgins que
perteneció a la empresa Chilena de Tabacos y al Jardín Suizo Pümpin, hermoso
pulmón verde de Valparaíso de más de 6 hectáreas donde se pretende construir 26
edificios de entre 4 y 11 pisos y la instalación de cerca de 900
estacionamientos, un centro comercial y un supermercado. Es decir, el paquete
completo de estupidez, vulgaridad e ignorancia fomentando el conventillo-retail
disfrazado de condominio elegante y moderno. En vez de pensar el lugar para
recuperar un gran parque urbano o en un bello jardín botánico para disfrutar un
paisaje natural que genere paseos, encuentro y alegría para los ciudadanos, se
entrega lo mejor de nuestra geografía a una inmobiliaria para hacer negocio,
para terminar con un gran área verde, para seguir haciéndole creer a los
porteños que la felicidad está en los supermercados, en las grandes tiendas y en
los autos. Todos endeudados, todos encementados, todos atontados llenando los
bolsillos de los grandes empresarios ligados al retail y las inmobiliarias, sin
contar con las penosas consecuencias en el impacto vial y social que traerá al
sector.
Luego nos encontramos con la sorpresa que de un día para
otro apareciera una especie de baranda para hacer saltos y piruetas que
practican los skaters frente a la Biblioteca Severín. Peor aún la confirmación
de que esta instalación fue ejecutada por los propios jovenes sin autorización
alguna, es decir, como el municipio se comprometió hace muchos años a
implementar un skate park y no lo ha cumplido, entonces ellos se tomaron la
atribución de hacerlo “a su pinta” y ya está. Demás está decir que el sector es
zona de monumentos nacionales y que el propio Secretario Comunal de
Planificación de la Municipalidad de Valparaíso, Luis Parot, declaró que en
realidad los “cabros se habían adelantado un poco, pero que la cosa no es rasca
y está bien hecha”. Sobran los comentarios ante tan poco afortunadas
declaraciones de parte de una autoridad municipal que da cuenta del nivel para
pensar y resolver los temas urbanos de la ciudad. Por lo tanto no es de
extrañar que el organizador del Carnaval
de los Mil Tambores que tiene denegada la autorización para la realización de
su evento, con toda razón, se sienta con total derecho a decir que lo harán
igual con o sin permiso, ¿qué tal?
Y para terminar tan golpeada semana, la Corte de Apelaciones
de Valparaíso rechazó en forma unánime una orden de no innnovar que pretendía
paralizar las obras del Mall Plaza Barón porque la edificación cumple con los
aspectos legales requeridos para su ejecución. Hace pocos días se dio a conocer
una encuesta realizada por la PUCV en donde se da cuenta que un 65% de los
porteños está en contra de dicho proyecto. También conocimos declaraciones del
Alcalde Jorge Castro en donde manifiesta abiertamente, para sorpresa de muchos,
que Mall Plaza habría engañado al municipio ofreciendo un proyecto que incluía
acuario, anfiteatro y una marina en el sector, edificaciones que no se
contemplaron en la presentación para aprobación en la Dirección de Obras
Municipales.
Es decir, estamos frente a la confirmación más evidente de
lo mal que se siguen haciendo las cosas en Valparaíso y como una pésima gestión
municipal se convierte finalmente en el peligro más grande para el desarrollo y
protección de nuestra ciudad. Es una ironía entonces que nuestro actual alcalde
forme parte de la nueva Asociación Nacional de Ciudades Puerto y Borde Costero,
un edil que no protege a Valparaíso ni como ciudad puerto ni menos aún, su
borde costero.
Hace unos años atrás, Cristián Warnken escribió: “Estamos a
la deriva, como a la deriva está todo lo que tiene valor en este país, flotando
en un mar de indiferencia, negligencia, descuido y vejación. Valparaíso ha sido
vejado por un estado centralista impávido y olímpico, pero también por muchas
de sus propias autoridades negligentes y transversalmente corruptas.”
No seamos cómplices ni observadores
pasivos de este derrumbe ético y estético de Valparaíso, es el momento de concretar nuestra participación
ciudadana que nos reclama con urgencia hace ya demasiado tiempo.